Arreglando el mundo
¿Te pasas parte de tu vida arreglándolo?
¿Todo tiene que encajar?
¿Todo tiene que ser perfecto?
Y enjuiciando, criticando, intentándolo, agotándote y frustrándote… y al final explotar de ira causada por la impotencia de no poderlo arreglar.
… y vuelta a empezar.
¿Te sientes identificado con estas palabras? Sí. Pues tu personalidad tiene una parte muy importante o predominante lo que en la teoría del eneagrama se identifica como eneatipo de personalidad tipo 1:
El perfeccionista o reformista
- Te sientes perfeccionista, juez, idealista, crítico, impaciente, intolerante, moralista, prepotente.
- La exigencia de perfección en ti mismo y a las otras personas y circunstancias que te rodean da sentido a tu vida y actividad profesional.
- Educas, instruyes, corriges, juzgas a los demás de acuerdo a tus criterios inamovibles, justos y correctos. Te conviertes en un juez duro y sin compasión. El juez del Oeste.
- Te dejas la piel por conseguir y hacer realidad tus ideales. ¿Es que si no?
- El no conseguirlo, el no convencer te provoca rabia, resentimiento y frustración, todo ello explota con periocidad.
- Altamente susceptible a críticas y juicios externos. Te enfadas con facilidad por comentarios de otros.
- Te es difícil alcanzar la satisfacción, siempre hay algo más. Acabas castigándote sin perdón.
- Te mueve que seas considerada una persona ‘buena’. No está bien equivocarse y cometer errores. Asumes tus responsabilidades y las que no son tuyas.
Y podría continuar, pero ten en cuenta esto:
Por mucho que te dejes la piel en conseguir que tu conducta y proceder sea impecable, tal vez a los demás no les interesa, y por lo tanto no lo valoran, entonces tu obsesión en alcanzar la perfección no le interesa a nadie.”
¿Y que hacer para romper con este ego tan perfeccionista?
- Reconoce el juez interno que te critica constantemente. No es tu yo verdadero.
- Reconoce tu tendencia a exigirte más allá de tus límites. Baja el nivel de tus expectativas.
- El peso del mundo no debe recaer sobre tus hombros. Ponte de vez en cuando el mundo por montera.
- Recuerda, tú no eres lo que dices, cuando alguien no comparte tus puntos de vista, no está contra ti.
- No juzgues, ni critiques, a ti tampoco. Vive un poco la vida sin moralizar tanto.
- Cuando lo necesites expresa tu enfado y rabia, sin tapujos.
De este modo empezarás a fluir de manera más natural y libre, recuperarás la energía, te será más fácil sonreír y relacionarte con los demás.
Averiguarás que cada persona, cada proceso tiene su propio ritmo, no tiene porque coincidir con el tuyo, ni el tuyo con el de los otros. Abandonas el dogmatismo reformador y perfeccionista, y te impregnas de tolerancia.
De este modo, sin forzar, te conviertes en la persona íntegra, organizada y virtuosa, te aceptas tal cual, y aceptas a los demás con sus diferencias.
La transformación es un proceso propio de cada persona, ser, cosa… tú no puedes ni debes forzarlo.
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